

Pues eso que quiero dejar constacia de la mencion que Slashesp ha otorgado a uno de mis shots, que estoy muy contenta por haberlos conseguidos, y que prometo actualizar pronto. besis y gracias por estar al otro lado de la pantalla.
Vaya día.... no si cuando una quiere estar tranquila y descansar es cuando más trabajo tiene... como diría una amiga mía.
¡QUIERO UN MILLONARIO EN MI VIDA!
Pero bueno como no lo tengo hay que trabajar para ganarse los euros. Una chica trabajadora como yo... aspirante a mil eurista... siempre tiene un hueco para desvariar un rato.
Mi entrada de hoy va sobre el mundo laboral, pero no el mío. El mundo laboral de Draco, el mágico que para mi esta tan mal como el muggle.
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Tener veintitrés años, y ser padre de una niña de apenas un año, no facilita demasiado la posibilidad de tener un buen trabajo, ni siquiera de tener un trabajo a secas. Pero Draco lo tiene, acaba de conseguirlo, después de cuatro años de estudios en la facultad de Medimagia de Chicago, y uno de residencia en Londres, por fin era un pedimago licenciado.
Ya no más becas, ni residencias. Tenía una plaza como pedimago en las urgencias de San Mungo.
Era el nuevo, el más joven, y para colmo hijo de Lucius Malfoy. Si su residencia había sido un infierno, lo que le esperaba no tenia ni pizca de comparación. O eso lo que él creía.
Mark, su tutor durante el último año, fue quien le ofreció el trabajo. El maduro medimago había observado como Draco se había enfrentado a numerosos problemas durante aquel año. Lidiar con su apellido, demostrar lo buena que era, su embarazo y sobre todo la separación de Harry. Mark le había encontrado llorando más de una vez, después de pasarse horas en la mesa de su despacho, fue él quien intentó mejorar su relación con los demás medimagos. Y realmente lo consiguió con sus palabras de apoyo y comprensión.
Llevaba varias semanas como pedimago y las cosas no iban todo lo bien que esperaba. Estaba relegado a los casos más simples y sus compañeros le miraban con odio o envidia. No sabía como prefería que lo hicieran. El odio lo generaba su padre, y la envidia él mismo al conseguir un trabajo tan bueno.
Salió y se encontró con los pasillos llenos de niños vomitando en cubos que sus padres sostenían. Había al menos una treintena, y ninguno superaba los 12 años. Se acercó hasta la mesa de control y tomó varias historias de las que había en su casillero, de momento no podía escoger lo que tratar, pero no se quejaba.
· ¿Daniel Parner? – preguntó. Una mujer acompañó a su pequeño hasta el lugar donde estaba Draco – Buenos días Daniel, soy el doctor Malfoy, y vamos a ver si…
· ¿Malfoy? – la mujer le miraba atónita – Es usted…
· Sí – contestó sin dejar de observar al pequeño
· No pienso dejar que se acerque a mi hijo – retiró al niño de su lado – la sangre que corre por sus venas esta podrida.
· … - Draco se mordió el labio con fuerza – Señora Parner, su hijo esta enfermo. ¿cree que podría dejar sus prejuicios para que pudiera atenderlo?
· No, ya le he dicho que no… exijo que otro médico atienda a mi Daniel.
· Bien, como quiera – estaba agotado y no pretendía lidiar con aquella mujer - ¿Sheila Summer? – la niña se levantó para acercarse al rubio pero su madre la retuvo y le miró con desaprobación. Draco bufó desesperado - ¿John Muller?
· Aquí – un hombre joven, de piel canela y ojos azules se acercó con su hijo de diez años, parecía una perfecta copia de su padre – Al parecer la carne que les dieron en el colegio no estaba en muy buen estado.
· Vaya… John, ¿Qué te duele?
· La barriga – el pequeño se acarició la barriga.
· Vamos a ver que podemos hacer para evitarlo.
El rubio entró en uno de los boxes, seguido por el pequeño y su padre. En apenas veinte minutos, el diagnostico y el remedio surtieron efecto. Y el pequeño John salió con una gran sonrisa y una piruleta de fresa del box. Las mujeres le miraban atónitas ante la rapidez del rubio, y sus hijos les pusieron ojitos pero ellas fruncieron el ceño.
Durante dos horas, Draco, atendió al resto de los niños a cuyos padres no les importó que su apellido fuera Malfoy, pues la salud de sus hijos estaba primero. Para cuando terminó, aquellos dos niños seguían sin ser atendidos, y al rubio se le calló el alma a los pies cuando vio el rostro desencajado de los pequeños, su angustia y sobre todo su dolor.
Con las mismas se volteó y entró en la sala de medimagos. Aquella no sería la primera ni la ultima vez que tendría que lidiar con su apellido, pero era un buen pedimago, y lo unico que le importaba era la salud de los pequeños.
Joer… como me gusta un Draco pedimago, preocupado por los pequeños… anís… adorable…
Bueno a ver si termino de adaptar el capitulo uno de mi nueva historia.
Besis y gracias por estar al otro lado de la pantalla
No... no me seáis mal pensad@s, no voy a relatar como fue su primera vez... Bueno en realidad sí. Otra vez estando en el metro (una que tiene que coger un montón de líneas diferentes para llegar a trabajar) pensaba en que escribir para mi siguiente capitulo, y entonces pensé en Joey, y en lo maravillosa que la niña me parece. Pero recordé que hay un montón de cosas que se quedaron en el tintero, cosas que siempre contar y no pude porque era demasiado alargar el fic, o porque me quería centrar en otras cosas.
Una de ellas es la primera vez de Harry. La primera vez que se quedó a solas con Joey.
Tenía solo dos meses, era pequeña y con la tez clara, sus manitas se apretaban con fuerza contra el pecho, las piernas estaban dobladas y los pies enroscados el uno en el otro. Dormía profundamente arrugando el ceño de vez en cuando, su respiración era rítmica y suave.
Harry la observaba atónito, era la primera vez que estaba sólo con ellas. El resto de las ocasiones en las que la había visto a su pequeña siempre había alguien cerca, Sirius o Remus, alguna vez Severus. Pero ahora la niña estaba en el carrito en medio de su salón y el seguía con la chaqueta puesta y mirándola embobado.
Había pasado los tres días anteriores preparando la casa, acondicionándola, llenándola de cosas que un bebe podía necesitar. La montaña de pañales era digna de mención, los había de todos los tamaños y colores, y es que el moreno no estaba muy seguro de como los usaba o cuantos necesitaría. Había botes de leche en polvo para alimentar a todos los bebes Weasley por generaciones, biberones esterilizados, chupetes, sonajeros, mantas, trajecitos, patucos... . El dineral que se había gastado merecía la pena.
Dejó la chaqueta sobre el sofá y se sentó acercando el carrito. Quería tomarla en brazos, pero estaba tan linda durmiendo que solo se quedó observándola. Una de sus manos viajó hasta la espalda de la niña y la acarició con ternura, la magia de la pequeña le envolvió un segundo y después le permitió acariciarlo. Era algo normal en los bebes mágicos, eso había leído en el primer tomo de "Como ser mago y padre a la vez", indefensos como cualquier infante, los niños mágicos creaban barreras mágicas a su alrededor para protegerse de los peligros exteriores, y solo permitía acercarse a los familiares o a quienes su magia consideraba validos.
Joey tosió un par de veces, y frunció la nariz. Le recordaba tanto a Draco, suspiró resignado, no era el momento de pensar en el rubio, tenía un día entero con su hija e iba a disfrutarlo. Tomó un libro y se sentó esperando a que su pequeña despertara.
Pasaban las doce del mediodía y Harry estaba enfrascado en la lectura de uno de los poemas de Yeats, cuando lo oyó. No era un sollozo, ni un gritó. Era un lamento. Se inclinó sobre el carrito y la vio como abría la boca queriendo emitir otro sonido pero solo un "op" salió de su boca. Su frente se arrugó y sus ojos se apretaron con fuerza. Entonces lo escuchó claramente.
Un llanto fuerte y estridente, que se colaba en su iodo y le taladraba el cerebro. Joey berreaba una y otra vez, cada vez con más fuerza y el moreno estaba inmóvil, había entrado en pánico y no sabía como actuar. Mientras más lloraba la niña, más nervioso se ponía él.
Le costó reaccionar, pero lo hizo cuando la niña empezaba a ponerse morada de tanto berrear, llevó las manos al carrito y la sacó despacio. El llanto cesó de repente. Joey abrió sus preciosos ojos verdes, y le observó detenidamente, estaba reconociéndole. Se llevó un puño a la boca y comenzó a lamerlo.
Se levantó del sofá con la niña en brazos y caminó hasta la cocina para dejarla sobre el balancín que había sobre la mesa. En cuanto la depositó, la niña comenzó a sollozar de nuevo, y Harry corrió a agarrarla, pero la niña seguía teniendo hambre, así que tras mecerla la devolvió al balancín. Acto seguido comenzaron los lamentos y gritos.
Harry se rascó la nuca. Tenía que haber alguna manera de tenerla contenta mientras preparaba un biberón. La varita.
Mientras preparaba el biberón oía a su pequeña reírse, era un sonido nuevo para él. No era una risa madura, apenas eran unos sonidos guturales pero la niña abría la boca y boqueaba contenta, mientras que el Wingardium Leviosa la mantenía en el aire junto a su padre.
Aquel día Harry comprendió que siempre habría formas de lidiar con su pequeña.
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Una perlita más de este moreno que es el mejor padre del mundo...jejeje
Besis y gracias por estar al otro lado de la pantalla.
Un lugar donde esta asturiana afincada en Madrid, se va a dejar llevar, y a explicar sus paranoias varias, sobre todo en lo referente a su amado, adorado y ensalzado Draco Malfoy.
Un lugar donde esta asturiana afincada en Madrid, se va a dejar llevar, y a explicar sus paranoias varias, sobre todo en lo referente a su amado, adorado y ensalzado Draco Malfoy.